
Rigor Mortis


Despierto a media noche, con el dolor inmemorial desgarrando mis entrañas.
Mi boca seca pide de nuevo la frescura de la lluvia lejana, mis ojos marchitos, buscan con frenesí la señal de que el alba se acerca a mis ventanas, pero no puedo moverme, la pesadilla continua tenaz. ¿Hasta cuándo…
Suena de nuevo el despertador, oigo el ruido de su cuerpo deslizándose de las sabanas grises, sus pasos tambaleantes. Viene hacia mí, se acerca, siento como prende la luz del cuarto frío; Su aliento llega a mi nariz con el olor tibio de madrugada y de cariño; Sí, cariño. Él dice que siente cariño, pero yo siento solo dolor, mis manos se contraen en un espasmo, que él interpreta como agradecimiento. ¿Agradecimiento?, ¡Por qué¡, si sus manos laceran mis caderas heridas y sus ojos recorren mi desnudez vegetal, no quiero ya vivir, no quiero ya sentir las miradas de lástima de la gente, ¡quiero morir¡, ¡necesito morir!
Amanece al fin, estoy recostada de lado, puedo ver a mi madre mirando por la ventana, pobre madre, ella quisiera morir antes que yo, si la vida fuera natural así seria, pero ella desgarra sus plegarias invocando a su dios y clamando sobre él porque tiene que irse antes su progenie. Pobre madre pero está afuera y “él”, no la dejará entrar. Ni siquiera podré sentir su arrugada mano en la frente y el suave contacto de sus lágrimas en mi mejilla, ¡pobre madre mía!
Recuerdo ese día en que me adormecía en la sala de operaciones, clamando en mi mente por mis hijos y por mi casa lejana, la luz me llenaba los sentidos y yo caía, me resbalaba casi en el abismo irreal de la tierra fértil. Y no desperté, no para los demás, no para mi madre, ni para nadie, solo para “él”, que decía estar a mi lado noche a noche velando por lo que quedaba de mí, en un eterno velorio sin velas y sin flores, solo dolor inmenso dolor.
AEsta noche escaparé por fin, me negaré a complacer a los demonios que sujetan mi espíritu al lastre postrado en mi cama, sé que “él” no despertara, y yo podré escapar un segundo, tal vez escaparé para siempre, talvez...
Su respiración suena acompasada en la habitación de lado; Me limpio, me acomodo y se fue a dormir, no se dio cuenta de que la aguja de mi brazo filtraba lentamente y gota a gota el icor de mi vida, lo siento por que “él” me ama, pero yo amo más el descanso del mármol lejano; Sí mañana será un nuevo día para mí.
Él, me encontró fría y rígida a las 5 de la mañana, su dolor fue patético pero comprensible, dolor pasajero, dolor que yo, ya deje de sentir. Ahora ya puedo completar el ciclo de imago y me alejo volando, sin voltear.
Mientras mi capullo inerte queda, empapado de lágrimas y penas.